Una Plaza sin nombre, una plaza que no es plaza
Hay una plaza rodeada por la la Calle Sacramento, la Calle del Rollo, la Calle Madrid y la Calle del Duque de Nájera. Pero lo cierto es que no tiene nombre, no es una plaza en sí, sino un solar con el nombre de esas cuatro calles.
Bajo el suelo hay un aparcamiento municipal y una fuente tirando a fea. Esta «no plaza», no tiene árboles, ni bancos, ni columpios ni nada, es el suelo más desaprovechado de Madrid.
En 1972 toda la manzana que aquí había fue derribada, y parece ser que a nadie se le ocurrió darle nombre a este nuevo y triste solar.
Tres leyendas de unos edificios desaparecidos
Madrid tiene infinidad de leyendas y misterios que nunca se resolverán completamente, historias de las que hay tantas versiones como madrileños las han compartido y engrandecido en la tradición oral.
Y aquí van tres de ellas, porque aunque los edificios que había en esta plaza ya no estén, si se conservan sus historias.
Leyenda de la Casa de la Cruz de Palo
Según dice la leyenda, en esta casa habitaba un matrimonio musulmán, ella era mucho más joven que él, y al parecer también muy hermosa. El matrimonio había sido de conveniencia y no había amor entre ambos. Ella se enamoró de un joven cristiano, y ambos se abandonaron a la pasión.
La joven mora pensó que ocultaba bien su infidelidad, sin embargo, su marido acabó por enterarse y asesinó al amante.
Nada se supo en años, ni siquiera la joven sabía porqué su apuesto caballero no venía más a visitarla.
En su lecho de muerte, el viejo musulmán le contó a su esposa que el cuerpo del infiel estaba enterrado en esa misma casa, que él lo había matado y escondido en el tejado.
La mujer, triste y sola, decidió convertirse al cristianismo y, tras bautizarse, colocó una cruz de madera en el tejado de su casa, en honor a su nueva religión, y al joven al que tanto echaba de menos.
Leyenda del Guarda de Corps
Cuenta la leyenda que una noche, el Guarda de Corps Juan de Echenique volvía a casa por la Calle Sacramento, tras haber terminado su jornada en Palacio Real.
Mientras paseaba se sorprendió de que una hermosa mujer le hiciera señas desde un balcón, invitándole a subir. No dudo ni un momento este Don Juan, y subió presto a la casa de la dama, donde ambos pasaron una noche apasionada, rodeados del lujo de una rica casa burguesa, con sus terciopelos, y sus lámparas de plata y cristal.
El amanecer les sorprendió en la cama, y el soldado tuvo que regresar a Palacio, marchó deprisa, olvidando su espada en la habitación de su amante. Cuando se percató de su error, volvió rápidamente sobre sus pasos, llamó a la puerta, pero nadie contestó. Insistió enérgicamente, haciendo tanto ruido que un vecino se asomó.
El soldado le contó que necesitaba entrar en la casa de la mujer, a recuperar su arma, pero el vecino le respondió que eso no tenía sentido, que esa casa llevaba muchísimos años abandonada, desde la muerte de la joven dama.
Juan de Echenique pensó que el vecino le estaba tomando el pelo, y siguió aporreando la puerta hasta que esta se vino abajo. La sorpresa al entrar fue escalofriante, la casa no parecía la misma, estaba todo cubierto en polvo y telarañas, cristales rotos junto a las ventanas… parecía efectivamente una casa abandonada. Y allí, junto a un gran retrato, encontró su espadín, al recuperarlo, levantó la mirada, y el retrato era de la joven con la que había compartido su noche de pasión. El terror se apoderó de el valiente soldado, al leer que el cuadro estaba fechado 50 años atrás.
Don Juan salió corriendo de la casa y continuó corriendo por la calle Sacramento, hasta que llegó a una iglesia, a la que entró, y se encomendó a Dios, juró dejar su vida lujuriosa y meterse en un monasterio, dejando allí para siempre su espada, como símbolo de arrepentimiento.
Leer la versión de Mabel Amado en el diario ABC
Leyenda de la casa de los gatos
Esta leyenda es mucho más mundana y más verosímil, menos fantástica, aunque también morbosa.
Cuentan que en una de estas casas vivían dos ancianas, con sus gatos, todos ellos adoptados, de los que se encontraban en la calle. Las mujeres solían pasear, hacer la compra en el mercado, y hablar con los vecinos. De ahí a que su ausencia no pasara desapercibida, cuando las mujeres dejaron de verse por el barrio. Finalmente un vecino, que empezó a notar que olía fuerte en el rellano, pidió ayuda al Sereno y juntos abrieron la puerta. El descubrimiento fue dantesco, las dos mujeres habían muerto y sus gatos, hambrientos, habían empezado a devorar sus cuerpos.
Calle de Madrid
La Calle de Rompelanzas (entre Carmen y Preciados), es la calle más corta de Madrid, pero la Calle de Madrid, le quitaría el puesto, si no fuera por una pequeña trampa. Al no tener nombre esta plaza, la Calle Madrid va desde la Plaza de la Villa hasta la Calle del Duque de Nájera. Pero realmente, la Calle Madrid es cortísima, solo ese pequeño trozo con el pasaje encima.
La Calle del Rollo ¿porqué se llama así?
La leyenda habla de un niño que se encontró aquí muerto, en un rollo de esteras. Pero la realidad es menos macabra. Aquí se encontraba el Rollo Jurisdiccional, una columna conmemorativa que indicaba las localidades que tenían el título de «Villa», y con esto sus privilegios, como la capacidad de dictar sentencias.
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En 1812 desaparecieron este y la gran mayoría de los Rollos en España, puesto que las Cortes de Cádiz firman un decreto en el cual:
«se mandan quitar todos los signos de vasallaje que hubiere en los pueblos […] puesto que los pueblos de la Nación Española no reconocen ni reconocerán jamás otro señorío que el de la Nación misma» .